Hay tres cosas en el mundo que no merecen piedad: la hipocresía, el fraude y la tiranía"
~ Frederick William Robertson (1816 – 1853)
Hace mucho tiempo, alguien dijo "hey, hagamos un dispositivo que se conecte a las computadoras y permita plasmar las palabras e imágenes que las personas produzcan en un pedazo de papel".
Y nació la impresora.
Y fue bueno.
Luego otro individuo, quizás el mismo no lo sé, dijo "hagamos que dicho dispositivo necesite tinta que valga más de la mitad del precio del aparato que les vendimos".
Este hombre, si aún vive, le deseo que siempre le salgan repetidos los juguetitos del "Kinder Sorpresa", que siempre se le queme la cerveza, que siempre confunda la sal por el azúcar condenándolo a una vida de café salado, que jamás le dejen marca los calcetines para que no se las pueda rascar, que siempre le toque cola en todos los trámites que haga, que nunca encuentre donde estacionarse, que siempre le pique la espalda en ese lugar donde no puede alcanzar, que siempre se le aguade el cereal, que siempre se le enfríe el café y el té, que siempre le toquen calientes los refrescos de cola, que su pareja ronque estruendosamente, que siempre se le manche la ropa blanca, que se le eche a perder la miel, que se le enreden los cables de sus aparatos y que siempre se de cuenta a media puñetera noche que el puñetero cartucho de la puñetera impresora está puñeteramente vacío.
Luego, ese mismo bastardo dijo "hagamos que la impresora imprima una página de prueba forzosamente, gastando tinta innecesariamente y además que la máquina sea capaz de detectar que un cartucho no fue producido por nosotros mismos y se niegue a funcionar".
Ojalá y siempre se le olvide el paraguas cuando llueva, ojalá y siempre lo mojen los carros cuando pasen, ojalá y le de alergia en la primavera, espero que le duelan los dientes cuando coma helado, ojalá y nunca se acuerde dónde dejó las llaves, ojalá y jamás alcance a contestar el teléfono cuando se meta a bañar, ojalá y el agua siempre esté fría o si le gusta fría ojalá y salga caliente; ojalá que siempre se le encoja la ropa, ojalá maldita mierda humana, que jamás encuentre un cartucho original del infeliz modelo de impresora que tenga.
Pero esperen, hay más, pues luego dijo "hagamos que ciertas impresoras, aunque pertenezcan a la Serie X usen cartuchos de la Serie Y, de tal manera que uno jamás pueda recordar que malnacido tipo de cartucho use".
Si aún vive, ojalá y siempre le toquen los semáforos en alto, que su ropa jamás huela a "Suavitel" o a "Vel Rosita", que su comida siempre esté demasiado salada, que siempre llegue tarde a la cafetería para no poder comprar nada, que sus dispositivos siempre estén descargados y que siempre olvide su cargador, que se le chorreen las plumas, que siempre llegue segundos después que el camión haya partido, que siempre esté agotada su golosina favorita, que su auto no arranque cuando necesite llegar más temprano, que siempre repruebe los exámenes de manejo y que nunca, pero nunca, sienta alguno de los pequeños placeres que tiene la vida que evitan que nos suicidemos.
Este es el hijo de la gran mujer-de-la-vida-alegre que decidió que una impresora de 400 pesos usaría un cartucho de 13.5 puñeteros mililitros a 300 pesos. Eso son 22.22 pesos por mililitro, no sé como esté el mercado de las drogas pero estoy seguro que se discute con el precio de la cocaína gramo a gramo.
Si está muerto, haré todo lo posible por encontrar a dónde se fue: si está en el cielo seré un santo por el resto de mi vida, si está en el infierno me haré político, todo lo que sea necesario por encontrarlo en el más allá y patearlo de aquí a la semana que viene. Por el resto de la eternidad*.
~ Frederick William Robertson (1816 – 1853)
Hace mucho tiempo, alguien dijo "hey, hagamos un dispositivo que se conecte a las computadoras y permita plasmar las palabras e imágenes que las personas produzcan en un pedazo de papel".
Y nació la impresora.
Y fue bueno.
Luego otro individuo, quizás el mismo no lo sé, dijo "hagamos que dicho dispositivo necesite tinta que valga más de la mitad del precio del aparato que les vendimos".
Este hombre, si aún vive, le deseo que siempre le salgan repetidos los juguetitos del "Kinder Sorpresa", que siempre se le queme la cerveza, que siempre confunda la sal por el azúcar condenándolo a una vida de café salado, que jamás le dejen marca los calcetines para que no se las pueda rascar, que siempre le toque cola en todos los trámites que haga, que nunca encuentre donde estacionarse, que siempre le pique la espalda en ese lugar donde no puede alcanzar, que siempre se le aguade el cereal, que siempre se le enfríe el café y el té, que siempre le toquen calientes los refrescos de cola, que su pareja ronque estruendosamente, que siempre se le manche la ropa blanca, que se le eche a perder la miel, que se le enreden los cables de sus aparatos y que siempre se de cuenta a media puñetera noche que el puñetero cartucho de la puñetera impresora está puñeteramente vacío.
Luego, ese mismo bastardo dijo "hagamos que la impresora imprima una página de prueba forzosamente, gastando tinta innecesariamente y además que la máquina sea capaz de detectar que un cartucho no fue producido por nosotros mismos y se niegue a funcionar".
Ojalá y siempre se le olvide el paraguas cuando llueva, ojalá y siempre lo mojen los carros cuando pasen, ojalá y le de alergia en la primavera, espero que le duelan los dientes cuando coma helado, ojalá y nunca se acuerde dónde dejó las llaves, ojalá y jamás alcance a contestar el teléfono cuando se meta a bañar, ojalá y el agua siempre esté fría o si le gusta fría ojalá y salga caliente; ojalá que siempre se le encoja la ropa, ojalá maldita mierda humana, que jamás encuentre un cartucho original del infeliz modelo de impresora que tenga.
Pero esperen, hay más, pues luego dijo "hagamos que ciertas impresoras, aunque pertenezcan a la Serie X usen cartuchos de la Serie Y, de tal manera que uno jamás pueda recordar que malnacido tipo de cartucho use".
Si aún vive, ojalá y siempre le toquen los semáforos en alto, que su ropa jamás huela a "Suavitel" o a "Vel Rosita", que su comida siempre esté demasiado salada, que siempre llegue tarde a la cafetería para no poder comprar nada, que sus dispositivos siempre estén descargados y que siempre olvide su cargador, que se le chorreen las plumas, que siempre llegue segundos después que el camión haya partido, que siempre esté agotada su golosina favorita, que su auto no arranque cuando necesite llegar más temprano, que siempre repruebe los exámenes de manejo y que nunca, pero nunca, sienta alguno de los pequeños placeres que tiene la vida que evitan que nos suicidemos.
Este es el hijo de la gran mujer-de-la-vida-alegre que decidió que una impresora de 400 pesos usaría un cartucho de 13.5 puñeteros mililitros a 300 pesos. Eso son 22.22 pesos por mililitro, no sé como esté el mercado de las drogas pero estoy seguro que se discute con el precio de la cocaína gramo a gramo.
Si está muerto, haré todo lo posible por encontrar a dónde se fue: si está en el cielo seré un santo por el resto de mi vida, si está en el infierno me haré político, todo lo que sea necesario por encontrarlo en el más allá y patearlo de aquí a la semana que viene. Por el resto de la eternidad*.
*¿Qué tal eso para una paradoja temporal?
!Saludos!
Atte,
El Kushiage
~ Estas malditas máquinas son del diablo.
PD. ¿Que cuál tenemos nosotros? Una HP OfficeJet 4575, la cual es la única de la serie que usa cartuchos para la 4400. Vete al a mierda HP, tú y todos tus hijitos.
Yo tambien usaba una de esas; un dia se me cayo, por accidente, y comenzo a aceptar cartuchos genericos.
ResponderEliminarClaramente los dioses se han apiadado de esa máquina.
EliminarCuídala bien.