lunes, 8 de septiembre de 2014

De Brochetas y Agua Caliente

"Básicamente mi esposa era una inmadura. Yo estaba en la casa en el baño y ella entraba y hundía mis barquitos"
~ Woody Allen (1935- )

No tiene nada que ver pero opino que el principal indicador de la civilización humana es el agua caliente: si tienes un baño con agua tibia como especie has llegado a la cúspide de la evolución social.

Poder entender el universo y plasmarlo en símbolos matemáticos, poder viajar a otros planetas, construir gigantescos monumentos que resisten a los elementos y sobreviven las edades, no son nada si entras a un baño común, abres el grifo de la izquierda y no sale agua caliente.

Si nos vamos por la prueba anterior, los estadounidenses son la sociedad más civilizada del planeta, pues no puedo dejar de sorprenderme de lo inmediato de su agua a altas temperaturas. Ignoro cuál es su secreto, me han dicho que calentadores de paso instantáneos que chupan electricidad tal que botarían la pastilla de switches normales, pero es extrañamente satisfactorio el abrir el agua caliente y tres segundos después tener agua para pelar pollos.

Ahora bien cabe señalar que si bien es interesante y sorprendente, es poco práctico, pues ya perdí la cuenta del número de veces que pego el berrido al intentar regular el flujo del agua a algo soportable por los mortales. Mi principal enemigo en estas tierras son las tarjas con una mezcladora, ya que al tener 34,000°C en la caliente en 2 segundos y -523,000°C* en la fría en 0.45 segundos, encontrar una temperatura que no me haga retirarlas del agua profiriendo coloridas majaderías que se pierden en los oídos de mis compañeros de cuarto indios.

*He encontrado una temperatura más allá del 0 absoluto: el agua de grifo de Erie.

Menciono tal marcada diferencia porque ésto lo he notado en la ducha: el 100% del agua caliente abierta genera agua a una temperatura que pone la regadera al rojo vivo, pero un cuarto de octavo de vuelta de la fría transforma el chorro en agua fría. Ojalá estuviera exagerando.

¿Será que no estoy acostumbrado a ella? Las regaderas ajenas son algo interesante: uno está mentalmente preparado para todo el ritual que es hacer que salga el agua caliente en su propio baño, pero entrar a una ajena es el equivalente a conocer - y tener que trabajar con - una viejita neurótica a la que le tienes que encontrar el modo.

Y ni hablar del factor de la presión del agua: puede ser que sea ese chorrito de moco de guajolote que te hace tener que pegarte a la pared de las llaves como si tu vida dependiera de ello, y a veces lo hace cuando tus ojos están en llamas por el shampoo, o pueden ser esos chorros de agua que parecen navajas donde sentirás una sesión gratuita de acupuntura en tu espalda.

Todos estos detalles me hacen pensar dos cosas: Primero, o los seres humanos somos capaces de adaptarnos a lo que sea, o en todas las casas hay una pequeña palanca que dice "Jode al invitado en la regadera" de la que yo no estoy enterado.

Dirán "Vaya, cómo piensa estupideces este hombre", y es verdad, pero son estas cosas que vienen a mi mente cuando estoy con la espalda contra la pared, esquivando el chorro de magma**, cuando se me ocurre que el maestro Harvey Pekar de "Esplendor Americano" tiene razón: La vida ordinaria es muy complicada.

**Peor para los hombres, porque hay partes colgantes que son particularmente vulnerables.

!Saludos!
Atte,
El Kushiage
~ El agua va de 0 a AAAARGHMIPIEL y, al abrir la fría a OHDIOSESMEVAADARPULMONÍA. Maldita Pinche sea. Todo para que mis compañeros de cuarto se bañen una vez a la semana. Bah.

1 comentario:

  1. En retrospectiva, eso explica que mis compañeros se bañen una vez a la semana.

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