lunes, 14 de diciembre de 2015

De Brochetas y Ventas Nocturnas

"Una vez más, llegamos a la Época Navideña, un tiempo profundamente religioso que cada uno observa en su propia manera yendo al centro comercial de su elección"
~ Dave Barry (1947 - )


Si el Purgatorio es un supermercado en domingo, el Infierno es un centro comercial en época navideña.

No sé ustedes, pero en lo personal no había estado muy expuesto a las colas en las cajas y a las pesadillas que son los estacionamientos en diciembre; verán, generalmente soy el proverbial piloto de las películas de acción que se encarga de entregar y recoger al equipo élite de mercenarios que descienden a rappel para el operativo*, lléndose luego a pintar las uñas o a tomar café o a hacer cualquier cosa que hacen los extras mientras que no están en cámara, para aparecer mágicamente al final del filme y recoger a los héroes victoriosos, generalmente heridos, sucios y con las ropas rasgadas**.

*Con la diferencia que mi vehículo no explota, creo que los helicópteros son la substancia más volátil de Hollywood.
**Que es una representación bastance acercada a la realidad de las ventas nocturnas, creo.


Pero esta vez, sin embargo, me tocó ser partícipe de la locura. Fui testigo de quince billones de personas tratando de entrar al estacionamiento de una plaza comercial. Asumo que mi error fue que en una de ellas había "venta nocturna", palabras que en mi cabeza se traducen a "Peligro: Rancor hambriento".

Había guardias en cada esquina, tratando de dirigir el flujo interminable de automovilistas que - con rostros asustados - asimilábamos en dónde nos acabábamos de entrar. "Atrás hay lugar", nos decían, haciendo eco de la falacia del camionero que sabe que su vehículo está a reventar, y bajábamos o subíamos a los niveles extras que en condiciones normales no se utilizan tratando de encontrar el Vellocino Dorado que es un cajón vacío de estacionamiento.

Por supuesto, "atrás" no había lugar. Si uno tiene un flujo de entrada de diez carros por segundo y uno de salida de dos, clara-pinche-mente atrás no hay lugar, es aritmética básica, y la verdad opino que los centros comerciales deberían tener la ética de decir "Disculpen pero ya no cabe ni un alfiler, por favor váyanse a inflar burros por el pivote a otro lado" y cerrar sus puertas; eso nos ahorraría muchos miligramos de mercurio y litros de gasolina dando vueltas como imbéciles en esos laberintos de concreto, muchas gracias.

Pero si uno realmente está comprometido a buscar lugar, he encontrado que la mejor opción es acampar en un área donde no estorbes y esperar a que algún vehículo cercano salga, sin embargo siento que conseguir un cajón de estacionamiento - como muchísimos aspectos de la sociedad humana - es mera cuestión de suerte.

Veinticinto minutos más tarde, la fortuna me sonrió y encontré un lugar. Descendí de mi automóvil - sonriendo como idiota que se sacó la lotería - e inicié el largo trayecto de regreso a la civilización, sólo para emerger parpadeante a toda la ciudad de Guadalajara congregada en un sólo festín consumista.

Es difícil de describir, la verdad: el hervidero de gente es impresionante, presenciar una venta nocturna de Liverpool*** o Fábricas de Francia me genera tanto horror y fascinación como un cardumen de pirañas dejando en los huesos a una res. Es como si ese suéter blanco fuese el único en el planeta y sea necesario para la conservación de la familia; esto es como los Juegos del Hambre: las participantes no están ahí por gusto, hacen cosas de las que no están orgullosas, probablemente les deje secuelas psicológicas y los únicos que ganan son los que los están organizando.

***¿Liverpool? ¿Es en serio, británicos? ¿Piscina de Hígado? ¿Qué mierdas estaban pensando? ¿Se hartaron de la Provincia de Cubeta de Riñón? ¿O del Valle de Pulmón Endulzado?

Yo me burlaba de nuestros vecinos del norte y su frenesí consumista del Viernes Negro, y aunque aquí no tenemos los muertos y heridos que por desgracia suceden allá sí fui testigo de varias actitudes menos que civilizadas ¿será el estrés general de la época? ¿O el estrés que causan esos regalos por obligación en tiempos de crisis? ¿Será esa necesidad de llenar con cosas los agujeros emocionales y existenciales que nos dejan vivir en una gran ciudad? ¿Será que el año ha sido tan estresante que concedemos darnos un "gustito" como recompensa de haber llegado?

No lo sé, honestamente no lo sé. Parado ahí en una caja, escuchando gente hacer cálculos y felices de terminar en ceros considerando el aguinaldo me hace preguntarme si realmente tenemos las prioridades correctas, seguro, queremos todas esas cosas ¿pero las necesitamos? No puedo sino pensar en lo que dijo Aldous Huxley, el escritor del iluminante "Un Mundo Feliz": "Hemos de regresar a la cultura. Sí, realmente a la cultura. No puedes consumir mucho si te sientas y lees libros".

Como siempre, mis estimados, la última palabra la tienen ustedes ¿cómo la ven?

!Saludos!
Atte,
El Kushiage
~ La próxima haré un letrero que diga "Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza" y me pararé en la entrada junto a las máquinas dispensadoras de boletos.

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