viernes, 31 de julio de 2009

Las Crónicas de Azeroth: La Batalla de Darrowshire (Parte 9)

Las Crónicas de Azeroth: La Batalla de Darrowshire

Los Héroes de Darrowshire

"Inquebrantable como el Thorium y la fe de los Cruzados Escarlata"
~ Dicho popular en los Reinos del Este.

I

- !Ahí viene otro! - le susurró Kael a su amigo, ambos escondidos entre los arbustos en el camino que lleva hacia Heartglen, una de las ciudades controladas por la Cruzada Escarlata en las Tierras Plagadas del Oeste.
- Por la Madre Tierra Kael, este ya va a ser el cuarto - dijo Kumme poniéndose una mano sobre el rostro.
- Sí, pero de él necesito el casco - se asomó un poco más - creo que es de mi tamaño.
- Eso dijiste del anterior - habló el cazador mientras miraba hacia atrás, a los tres cruzados que yacían sin algunas piezas de armadura, todos desmayados.
- Espera - continuó el Tauren mientras caminaba en cuclillas a uno - éste está despertando.
El cruzado, de pelo rubio y desnudo del cinturón hacia arriba, miró a su alrededor aturdido, sus ojos se detuvieron en el Tauren y se desorbitaron por un momento debido al poderoso golpe en la cabeza que le propinó Kumme; El cruzado se derrumbó como saco de papas de Orgrimmar. El cazador tomó el rostro del hombre y le dió unas palmaditas para confirmar.
- Listo, todo en orden.
El plan era simple: Kael se disfrazaría de un cruzado para entrar en Heartglen, encontrar el Libro de Davil Forja de Luz, Kumme crearía una distracción y el paladín se escaparía aprovechando la confusión.
- Se acerca, brincamos a las tres - susurró Kael.
El cruzado vestía su armadura blanca con roja líneas rojas, estándar de la cruzada; su casco alado, sus botas y sus guantes eran de un brillante color rojo; encima de su pecho, portaba un tabardo blanco con una flama roja en el centro.
Los aventureros brincaron, tomándolo por sorpresa. Kael lanzó un certero golpe al casco para desencarjarlo y botarlo mientras que Kumme lo aturdía de un puñetazo en el rostro. El Tauren logró agarrar el cuerpo del hombre antes que cayera al suelo.
Los dos regresaron al escondite y Kumme echó el cuerpo a la pila de cruzados desmayados.
- No es mi culpa que hagan las armaduras tan ajustadas - se excusó Kael, mirando a la pila, los cuerpos estaban en posiciones algo incómodas y ridículas.
- Te lo recordaré la próxima vez que pidas otro pastel de carne de cerdo en Org, gordis. - le dijo, sonriente, Kumme.
- Ándale pues - contestó Kael, y se puso el casco y las hombreras.
- Sobresalen las orejas - señaló Kumme.
- Maldita sea que son incómodos estos cascos de humanos - se quejó el Elfo.
Mientras Kael se colocaba la tabarda y tomaba un mazo y escudo de uno de los caídos, Kumme rebuscaba en sus bolsas; finalmente encontró lo que buscaba.
- No te quejes, tienes que usar uno completo si no notarán el brillo de tus ojos - habló su amigo - Toma - continuó mientras le arrojaba un cilindro naranja con una mecha y un pequeño palo sobresaliendo de la parte trasera - Esto te servirá para hacer una señal; después de eso colocaré algunas granadas en la parte norte de la muralla, eso te ayudará a salir.
- Gracias ¿enciendo la mecha sólamente? - preguntó el Elfo.
- Sí, y huye como despavorido.
Kael se puso de pie, luciendo como cruzado escarlata.
- ¿No se me ve muy gordo el trasero? - preguntó, echando una mirada hacia atrás.
- Madre Tierra... - dijo Kumme dejándose caer sentado sobre la pila de cruzados, generando unos que otro gruñido incómodo - estamos perdidos.


II

La Cruzada Escarlata - o "esa bola de chiflados fanáticos" como les llaman Kumme y Kael - es una organización religiosa fundada después de la caída de Lordaeron en la tercera guerra para erradicar a los muertos vivientes. Muchos paladines y habitantes que se quedaron en Lordaeron se unieron bajo la protección de la Iglesia de la Luz para reforzarse, de ahí nació la Cruzada. Desafortunadamente, los Escarlata llevan su tarea a extremos horribles: matar a cualquiera que sospechen que sea un muerto viviente, matar a cualquiera para llegar a los muertos vivientes, o matar a cualquiera que simpatice con los muertos vivientes, y por ser un simpatizante de los muertos vivientes se entiende cualquiera que no esté de acuerdo con sus métodos. A pesar de todo, la Cruzada Escarlata tiene varios bastiones en las Tierras Plagadas lo que la hace la jerarquía más poderosa del área: Hearthglen, al noreste de Andorhal en las Tierras Plagadas del Oeste; La Mano de Tyr, en el sureste de las Tierras Plagadas del Este; la Catedral dentro de la ciudad maldita de Stratholme y el Monasterio Escarlata, localizado en una colina al noreste de la Ciudad Subterránea.
Kael hizo lo posible por caminar como un humano, mientras avanzaba en la incómoda armadura por las calles de Hearthglen. Era una ciudad impresionante para estar en medio de las Tierras Plagadas: había un aserradero, varias barracas, un establo, una herrería, varias capillas y torres de asedio. El Elfo decidió probar su suerte, pensó en el acento que tenía Carlin Redpath al hablar y trató de imitarlo, recordando sus clases de común-humano cuando formaba parte del ejército de la alianza y se acercó a un par de monjes que cruzaban el camino hacia la catedral.
- Buenos días, hermanos de la Luz - anunció ceremoniosamente, levantando la mano.
Los monjes lo miraron, confundidos.
- Buenos días - dijo uno cautelosamente.
- Vengo en excursión divina desde la Mano de Tyr - hizo una reverencia - soy el soldado Wellington, quisiera leer y empaparme de la magnificencia del libro del honorable Davil Forja de Luz ¿podrían decirme dónde está?
Uno contuvo una risa. El otro habló, apuntando hacia atrás, imitando el tono sobreactuado del Elfo.
- La magnificencia del libro se encuentra en el poderoso edificio de la municipalía, oh hermano de la Luz.
- Gracias hermano - dijo Kael con otra reverencia - que la Luz esté con ustedes. Se despidió y marchó a toda prisa bamboleándose como él creía que se movían los humanos.
Los monjes se quedaron en silencio, mirándolo caminar hasta perderse dentro del edificio.
- Mi madre, cada día están más chiflados estos reclutas - dijo uno.
- Es el aire de las Tierras del Este - dijo el otro.
Se quedaron otra vez en silencio.
- ¿Y por qué camina como su tuviera un palo metido en el...?
- Vamos Héctor - interrumpió el segundo - la Misa espera.


III

Kael entró en la municipalía, cruzó dos cuartos con las paredes forradas de libros, había sillas y mesas para leer cerca de los estantes, pero toda las sillas se encontraban patas arriba sobre las mesas.
Finalmente el Elfo entró a una gran cámara, en la pared a la izquierda, sobre pequeños atriles en el cuarto se encontraban varios libros abiertos con separadores rojos.
Se le acercó un pequeño anciano de larga barba y enormes lentes; vestía sólo una túnica roja con delineados negros.
- Usted debería estar en misa, soldado - dijo el hombre con una sonrisa en un rostro arrugado. Su voz era suave pero firme, era exactamente el tipo de voz que te imaginarías para la frase "que arda hasta que hable".
Kael se cuadró torpemente, se llevó la mano a la frente para hacer un saludo, habló sobre el !bong! que hizo su casco contra el guantelete.
- Mi señor, vengo de Mano de Tyr para leer y empaparme en la magnificencia del libro del honorable Davil Forja de Luz.
- ¿De Mano de Tyr? - preguntó el hombrecillo.
- Sí señor - Kael sintió como si estuvira viajando en un pequeño dirigible Goblin, derecho hacia la pared de una montaña en los Barrens.
- ¿Y cómo dices que te llamas jovencito?
- Soldado Wellington, señor.
- ¿Mathias Wellington o Pedro Wellington?
El dirigible estaba ahora a metros de chocar.
- Mathias Wellington, señor.
- Ah bien bien - dijo el anciano - entonces debo admitir que esto es una sorpresa, señor Mathias.
Kael sintió que el dirigible había virado furiosamente y había alcanzado a esquivar la montaña.
- ¿Por qué señor? - preguntó Kael, genuinamente nervioso.
- Porque estoy ante un milagro, Mathias Wellington cayó en combate la semana pasada.
El dirigible de Kael estalló en llamas, sentía que caía hacia el vacío, y no había Kumme con capa paracaídas que lo salvara. Tragó saliva.
- Tengo que pedirle perdón señor - dijo el Elfo.
- Claro que... - empezó el anciano, pero se detuvo, confundido - ¿por qué?
Kael le colocó un golpe en la sien con su marro. El anciano se desplomó ruidosamente.
- Por eso.
El paladín miró a su alrededor, dándose cuenta que acababa de cometer el error de no preguntar dónde estaba el libro. Avanzó hacia algunos atriles y hojeó los libros, todos tenían oraciones y plegarias, y todos se veían iguales. Escuchó pasos por la entrada y se acercó rápidamente al anciano, se puso en cuclillas como si lo estuviera revisando.
- ¿Qué sucede aquí? - tronó una voz en su espalda - ¿qué está hacie...?
- !Un hombre encapuchado entró y asaltó a este hombre! - dijo Kael, levantando la vista hacia el cruzado - !intentaba robar el diario de Davil!
El cruzado dio un paso hacia atrás, sorprendido.
- ¿El Libro de Davil? !Imposible! - miró hacia un atril en la esquina - !pero si ahí está todavía!
Kael miró hacia la esquina, sonriendo dentro de su casco.
- !Yo lo detuve, pero se dirigió hacia los establos, suene la alarma!
El cruzado asintió y salió corriendo, gritando.
El Elfo se incorporó, caminó hacia el libro forrado de azul y dorado y lo echó en su mochila; acto seguido, salió al exterior a unirse a los gritos de alarma para buscar al encapuchado.


IV

Preocupado, Kumme vio a lo lejos como los dos guardias de la entrada corrían para adentrarse en la ciudad.
- Kael, Elfo idiota... - gruñó en voz baja - ya te atraparon.
Caminó en cuclillas hacia donde estaba Sin'Dal, echado a un lado de los cruzados que estaban amarrados y amordazados a un gran árbol; cabe señalar que también estaban algo nerviosos que un enorme tigre se estuviera lamiendo las patas cerca de ellos.
- Espera aquí, Sin - habló Kumme en Taurahe, su idioma natal.
El tauren agarró su bolsa con equipo de ingeniería y se perdió en el bosque, rodeando las murallas de Hearthglen.


V

Kael corría hasta adelante de un destacamento de quince soldados que se dirigían hacia la parte sureste; cuando nadie sabe qué está sucediendo, es un respiro de aire fresco que les griten órdenes, les tranquiliza pensar que por lo menos alguien tenga idea de qué diablos hacer.
- !Vi una sombra allá atrás, en esa bodega! - gritó Kael, apuntando a un lugar aleatorio.
- !Oh Luz, ahí están los depósitos de pólvora! - exclamó otro.
- !Vamos! - dijo el Elfo, corriendo hacia la puerta.
Los soldados abrieron las puertas de la pequeña bodega, un edificio hecho de madera. Se dedicaron a revisar entre las cajas y barriles.
- !No hay nadie aquí! - gritó uno de los soldados.
- Vayan a buscar en otro lugar, me quedaré para asegurar que nadie le prenda fuego a esto. - dijo Kael.
- Buena idea - dijo un cruzado alto, rubio - Vamos muchachos, !Por la Cruzada!
El resto del pelotón coreó el grito de guerra y salieron corriendo por la puerta;
Kael se quedó solo, sonriendo para sus adentros y obteniendo un pequeño cilindro naranja de su mochila.


VI

Kael emergió de la penumbra de la bodega, discretamente cerró la puerta y giró la esquina para seguir la pared hasta la entrada.
- Si sólo el viejo Toro pudiera ver esto - se dijo a sí mismo, riendo - me diría... ¿Kumme?
El Elfo cayó aturdido por el impacto de una manaza en su casco, mientras que veía luces y estrellitas sintió que era levantado por el tabardo y estrellado contra la pared de una forma violenta.
- !Ku... mme! !Ku... mme! - gritó el paladin desesperado entre golpe y golpe.
Hubo una dolorosa pausa.
- ¿Kael? - preguntó el Tauren con una vocecilla. Con su manota tomó el casco y se lo levantó.
Kael lo miró con ojos bizcos.
- ¿Que hacessss aquí? - preguntó arrastrando la voz - oh, y trajissste a tu hermano, hola ssseñor hermano de Kumme...
Acto seguido se desmayó. El cazador le dio unas palmaditas en la mejilla.
- ¿Kael? ¿Estás?
No hubo respuesta.
- Ooops.
- !Miren, ahí está! - gritó un cruzado en el otro extremo del callejón.
- !Y tiene a uno de los nuestros! - gritó otro.
- !Por la Cruzada! - aullaron al coro los cuatro cruzados y se lanzaron hacia el Tauren.
Kumme se echó a su amigo a los hombros y se lanzó en dirección contraria; siguió la pared, andando por los callejones traseros de la ciudad, esquivando ropa tendida, gallinas, cerdos y uno que otro becerro que huía despavorido ante un enorme Tauren trotando perseguido por una cantidad cada vez creciente de soldados que gritaban furiosos. Giró a la derecha en un callejón cerrado y se adentró en la calle principal. A lo lejos se escuchó un enorme estallido. Kumme se preguntó en voz alta.
- ¿Pero qué fue es...? - el Tauren miró hacia la columna de humo que estaba donde había antes una bodega - oh.
Un pedazo de madera, muy similar al color del techo de la bodega, cayó enfrente de ellos, todavía en llamas.
- !Que no escapen! - gritó uno de los cruzados que venían detrás de ellos.
Kumme cargó hacia una carreta llena de barriles, amarrados por una gruesa cuerda, al final de la callejuela. Un cruzado saltó enfrente de él.
- !Alto ahí bestia! - gritó amenazante, mientras blandía su espada larga.
Kumme tomó a Kael de los pies y se hizo a un lado para que cayera al suelo enlodado, lo tomó fuertemente de las piernas y lo blandió como garrote, impactándose contra el cruzado y estrellándolo contra la pared. Con el impulso se lo volvió a arrojar al hombro. El Tauren se hincó y agarró la espada larga del cruzado y la usó para romper la cuerda de la carreta. Cinco enormes barriles de madera rodaron hacia la patrulla de cruzados a sus espaldas. Kumme ya corría por la calle principal cuando se escucharon los gritos de dolor y maldiciones.
- Esos van a tener que confesarse - dijo Kumme para sí.
A lo lejos, varios cruzados corrían con cubetas de agua hacia el norte. El Tauren dobló nuevamente hacia la izquierda para bajar por la pequeña colina para llegar a la puerta principal, encontró cerca de una treintena de cruzados, confundidos, mirándolo asombrados.
- !Por la Cruzada! - gritó un hombre con un gran casco dorado, y cargó hacia él con una enorme espada de dos manos, los soldados detrás le siguieron.
Kumme dio la media vuelta y huyó tan rápido como pudo hacia la pared noroeste por la calle principal. Arribó a una zona abierta donde había un par de ballestas de asedio y una catapulta. Se detuvo y miró la máquina.
- Ni se te ocurra - dijo una voz detrás de él.
- ¿Desde cuando estás despierto? - preguntó Kumme mientras que corría hacia la catapulta.
- Desde que unos chiflados nos persiguen con espadas gritando insultos.
- Casi desde el principio entonces, ¿Tienes el libro?
- Sí, en la mochila.
El Tauren saltó y arrojó a Kael en la cuchara. Aterrizó aparatosamente.
- Oh Luz, no siento las piernas - gruñó Kael, adolorido - ¿me usaste como cachiporra otra vez?
El Tauren hizo esfuerzo y giró la catapulta hacia la pared.
- Era cuestión de vida o muerte - dijo mientras entraba a la cuchara.
- Menos mal...
Desenfundó su cuchillo para despellejar animales y con él dio un corte rápido a la cuerda.
Los dos aventureros fueron lanzados por los aires, vieron toda la extensión de la ciudad, vieron los destrozos que habían causado, vieron las sorprendidas miradas de los guardias de las murallas mientras que pasaban sobre ellos, vieron árboles, arbustos y después sólo negro.

!Acompáñenos la siguiente semana para la emocionante conclusión!
!Saludos!
Atte,
El Kushiage

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1 comentario:

  1. JAJAJAJJAJAAJAJAJA mucho mejor representación de las variaciones de estilo que presentan los personajes, además así se de nota su verdadera hermandad y compañerismo que reflejan día a día recorriendo Azeroth, WOW me encanto lo de "Ogr. Gordis" hahahaha pero .... A QUE JOTOS pueden ser lo Elfos hahahahahahhahahah sobre todo los que usan vestido y Kael Diría: "es uná Túnica!!!!"

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